viernes, 11 de junio de 2010

UNA HISTORIA DE AMOR

Siempre supe de su existencia y aunque desconocía cómo y cuando sería nuestro encuentro, sabía que inevitablemente habria de producirse. Su fama llegaba a mis oídos a través de los años y eran tantos los méritos, las virtudes que se le atribuían que fue creciendo en mi imaginación hasta alcanzar dimensiones míticas. Poco a poco empecé a recopilar información sobre él, para cuando llegase la hora, estar lo mejor preparada posible, no partir de cero y aprovechar al máximo todas las enseñanzas que, sin duda, su sabiduría iba a brindarme. Leí sobre su nacimiento, su padre, su pais al mismo tiempo que comencé a buscarle, ya, sin ningún disimulo. Muchas veces creí divisarle, pero él se mostraba esquivo, parecía jugar conmigo, poner a prueba mi anhelo, mi interés, acrecentándolo hasta hacerlo casi doloroso. Pero yo soy persistente.

El encuentro tuvo lugar, por fin, en un mercado callejero una mañana de domingo. El día era gris, mortecino y no auguraba nada nuevo ni interesante. Deambulaba entre los puestos y la gente dejándome llevar por la corriente humana y la desidia, cuando de repente le vi. Parecía esconderse, y era tanto su disimulo que al principio no me pareció que fuera él. Me acerqué para comprobar su identidad, y al confirmarla, di un grito de sorpresa y emoción y me apresuré a estrecharle contra mi pecho. Me pareció en buena forma, muy robusto, aunque ya ha dejado de ser joven, y sin más preámbulos le invité a acompañarme a casa, temerosa de que si le dejaba escapar, ya no pudiera recuperarle; en seguida pude darme cuenta de que no sólo despertaba mi admiración.

Así llegamos por fin a mi hogar y yo comencé a sentirme intimidada por tenerle allí. Después de tanto buscarle, inexplicablemente no me sentia preparada para dar el paso definitivo. Decidí darle largas, acudir a otros que me sirvieran de entrenamiento y no pensé entonces que mi actitud podía convertir un encuentro tan ilusionante y largamente esperado en una triste decepción.

Han pasado algunas semanas y he tenido otros encuentros, que si bien estoy segura no me han dado tanta satisfacción como la que sé que él me proporcionará, me han servido para mentalizarme de que por fin ha llegado el momento.

He estado sopesando qué lugar y qué hora del día serían los ideales, y he decidido citarme con él para desayunar en mi casa, el primer día de una serie de jornadas libres que tengo por delante y que pienso dedicarle íntegramente.Estoy emocionada, espero que cumpla todas mis expectativas, todas las esperanzas que tengo puestas en él, no creo pedirle demasiado.

Preparo la mesa con esmero, el mantel, las servilletas, las piezas de porcelana, un buen café...y por fin, cuando todo está dispuesto voy a buscarle. Me acerco a la estantería donde reposa y amorosamente lo cojo en mis brazos. Es el momento de la ceremonia que dará lugar a nuestra relación, el primer paso del viaje que ahora iniciamos juntos. Me presento, y estampo mi firme en la portadilla, junto a la fecha de hoy, la de nuestra primera cita y al mismo tiempo él me dice su nombre, que yo ya conozco pero que me resulta especialmente delicioso ahora que ya se rinde ante mí: "Los miserables", de Víctor Hugo.

2 comentarios:

  1. He leido de tirón hasta ver quien era el privilegiado.
    Veo que merecía la pena.

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  2. Sí, Madi, y desde luego su lectura está a la altura de las expectativas. Es como una catedral literaria, un templo de las letras, absolutamente sublime, aunque acusa el paso del tiempo y tal vez no sería lectura apta para cualquier tipo de lector, los impacientes por ejemplo.

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