Te escribo esta carta aunque nunca la vas a leer. Falta poco para que acabe el año y el que empieza será el primero en el que no estarás conmigo. Tú no sabes que ya no formarás parte de mi vida, aunque sé que es lo que deseas, sé que lo sabes inevitable y que tan sólo sigues ahí por el temor a herirme. Intuyo que intuyes que la historia se acaba, porque deseas acabarla.
Has superado esos años de sufrimiento que te acercaban a mí, que te hacían necesitarme y ahora que tus circunstancias han cambiado, soy un accesorio un tanto molesto, un apéndice innecesario. Mi caso es distinto, mi situación sigue siendo la misma que cuando te encontré, y mi necesidad de tí no es pasajera. No te lo reprocho, sé que siempre ha habido sinceridad en tu afecto, en tu amistad, pero intuí que para tí ya nada era lo mismo cuando hace unas semanas me dijiste "Me parece que siempre te utilizo de pañuelo". Antes no habrías dicho eso, ni te lo habrías planteado. La facultad de servir de apoyo y consuelo en los momentos bajos eran el activo más importante de nuestra amistad. Abrir el corazón y mostrar las heridas que a nadie más te atrevías a enseñar, la mayor prueba de tu afecto.
Almas gemelas, simbióticas, ensambladas... nadie nos entendía como nos entendíamos entre nosotros, con nadie coincidíamos tanto en gustos y sentimientos. Que ahora sientas reparos en la sinceridad, en la entrega, en la confianza absoluta que tenemos, me anuncia el principio del fin. No te diré adiós, pero sé que no volverás a llamarme, que "lo nuestro" morirá de inanición pues yo tampoco buscaré un acercamiento. En los últimos tiempos me he esforzado en mantener el vínculo, pero tus respuestas han sido siempre forzadas, casi una cuestión de educación. Cómo me horroriza eso, que utilices conmigo fórmulas de urbanidad, que tengas conmigo consideración, porque ya no me necesitas. Que ya no sea un impulso irresistible el que te acerque a mí, un goce, una fiesta cada conversación.
Sé que he jugado un papel fundamental en tu vida. O al menos, en el trance más amargo de tu vida. Una vida que, por otra parte y en casi todos los aspectos, es privilegiada. Pero la parte más vulnerable de ella, la del corazón, estaba muy herido y allí estuve yo para sostenerte cuando lo necesitabas. Gracias por dejarme sostenerte. Aquella vez que lloraste delante de mí. Gracias por hacerme testigo de tus lágrimas. Te dije más de una vez que para mí sólo existe una manera de amar, que amar es, sobre todo, dar. Yo he sido feliz dándote lo que he podido, lo que necesitabas de mí. Tú suponías esta relacción incombustible, y así me lo decías. Yo sabía que un día llegaría el fin, que sólo te tendría mientras te sintieras vencido, y libremente asumí mi papel. No obstante durante un tiempo, pensé que tal vez la vida me llevara por otros caminos distintos a los que hasta entonces había transitado. Que tal vez pudiera recorrerlos de tu mano. Empecé a olvidarme de la sensación de provisionalidad que casi siempre me embargaba y a soñar con alternativas, elecciones, posibilidades... Pero todos estos planteamientos llegaban tarde, ya tú levantabas el vuelo, soltabas lastre, te alejabas. Levemente, pero te alejabas. Empecé a notarlo y a sufir. Me dolí durante un tiempo de tu curación, egoístamente, sintiendo que el regalo que durante años me había parecido nuestro encuentro, era en realidad una desgracia. Me olvidé de mirar a mi alrededor para percibir todo lo bueno que tengo, porque sin tí nada me parecía suficiente, y es que ya estaba anticipando el dolor de la pérdida.
Pero un día perdí la esperanza, y entonces recuperé la libertad. Quise contártelo para que tú también te sintieses libre, pero sentí que ese momento trascendental para mí, para la historia de ambos, no era en realidad importante para tí. Y desde entonces, o casi desde entonces, empecé a despedirme. Tú te alejas, y yo te dejo marchar. He hecho ya algunos preparativos para tu ausencia, planes que mitiguen la pena, lecturas que atenúen el dolor. Sin embargo el vacío no quiero llenarlo con nada. Eres insustituíble, inolvidable, imprescindible...Y tendrás tu sitio siempre por si quieres volver para ocuparlo.