Hacía mucho tiempo que me apetecía una visita a Urueña, la primera Villa del Libro en España, y aprovechando un fin de semana en Salamanca, y que nos pillaba de camino, por fin el domingo 14 pusimos rumbo a la villa medieval.
Es una pequeña población, de algo más de 200 habitantes, llena de historia y cultura. La Diputación de Valladolid, impulsora del proyecto, ha dado un nuevo sentido a esta aldea y fomentado la conservación y restauración de sus calles y edificios, que tal vez de otra manera estarían condenados al abandono.

Como no sabíamos exactamente cuanto nos costaría encontrar el pueblo, dado que somos foráneos y no conocíamos la zona, emprendimos el camino bastante temprano, y al final llegamos muy pronto, la villa dormía y las librerías estaban aún cerradas. No obstante, eso nos permitió recorrerlo con la fresca de la mañana y deleitarnos con su castillo, su muralla y sus callejuelas con tranquilidad.
Subimos a las almenas para ver el paisaje. De un lado, la villa...
Y ésta es la Librería Alcaraván, también muy bonita, que me interesó menos porque no vi que tuviera libros de segunda mano.
Me hubiera pasado el día entero recorriendo y fotografiando, pero lo cierto es que me daba vergüenza tal vez molestar. No compré demasiado, y me abochornaba pasarme mucho rato mirando para después irme de manos vacías, así que procuré ser breve, o al menos no alargarme demasiado. Ésto además porque mi familia empezaba a cansarse de mis andanzas y mis entusiasmos, y el saberlos menos interesados que yo siempre me causa reparo y me reprime. Lo que en ellos es simpatía, en mí es pasión y llega un momento es que la paciencia se les agota a pesar de la buena disposición inicial, y yo lo comprendo.
No encontré muchos libros de interés, porque ya son muchos los que tengo y los hallazgos cada vez son más difíciles. No me fui de vacío sin embargo. De la Librería Almadí se vinieron conmigo "Cartas a Milena/Carta al padre" de Franz Kafka y "¿Un mundo feliz?" de Aldous Huxley. En la Librería Alejandría descubrí varios volúmenes interesantes de Lajos Zilahy y Stefan Zweig pero ninguno que no tuviera, así que no compré, como he dicho antes.
En fin, una visita entrañable, que recomiendo a cualquiera que sienta su corazón acelerarse con la visión de cajones llenos de libros viejos, bellas ediciones y librerías con olor a madera y papel y en un entorno hecho de piedras que nos hablan de historia.